
Llegará un día en el futuro cercano en que el caos cubrirá toda la tierra. El día de la ira de Dios pronto llegará a todos.
La tierra estará sumida en una gran confusión.
Ese día habrá un gran terremoto. El sol se oscurecerá, la luna se tornará roja como la sangre, y las estrellas del cielo caerán a la tierra. Los cielos retrocederán como un pergamino que se enrolla, y toda montaña e isla será removida de su lugar.
Todos los reyes y presidentes huirán.
Segundo, según la palabra escrita de Dios en la Biblia, todo rey y presidente de la tierra huirá. Dios barrerá con todo de la faz de la tierra.
El Señor barrerá con hombres y bestias. Barrerá con las aves del cielo y los peces del mar, además de los ídolos que hacen tropezar a los malvados.
Los príncipes y las princesas no tendrán adónde ir.
En tercer lugar, los príncipes y princesas no tendrán adónde ir porque la realeza ya no existirá. Como ciudadanos comunes, la realeza se encontrará corriendo en todas direcciones.
Todos los generales y comandantes de batallón huirán.
Además, todos los ejércitos nacionales serán imposibles de rastrear, ya que los soldados, presa del miedo, arrojarán sus armas y uniformes de combate. Además, todos los comandantes de batallón y generales huirán vestidos de civil, por temor a ser identificados (véase Apocalipsis 6:15-17).
Los ricos llorarán.
Además, todos los ricos llorarán. Sus riquezas serán saqueadas y sus casas demolidas. Aunque construyeron casas, no vivirán en ellas; aunque plantaron viñas, no beberán el vino (véase Sofonías 1:13-14). El gran día del Señor está cerca, cerca y se acerca rápidamente.
Solo aquellos que invocan al Señor serán salvos.
En última instancia, los únicos que se librarán de la ira de Dios serán quienes invoquen el nombre de Jesucristo.
Cuando el Señor recorra la tierra para aniquilar a los malvados, verá a quienes invoquen el nombre de Jesucristo y pasará por alto esa puerta, y no permitirá que el destructor entre en sus casas (véase Éxodo 12:23).