Makko Musagara
Estimado lector, puede que le resulte difícil creer lo que voy a decirle, pero en realidad sucedió. El Señor es mi testigo mientras les cuento esta verdadera historia.
Mi oficina.
Una vez estaba trabajando en una oficina muy ocupada que recibía al menos visitantes sedientos por día. Eran siempre, el seguimiento de las promesas de ayuda financiera que les hizo Gobierno.
Debido a que siempre había muchas personas con quienes reunirme, generalmente encontraba muy poco tiempo para manejar la correspondencia y otros trámites en la bandeja que estaba en mi escritorio.
Un viernes me di cuenta de que la bandeja de papel de mi escritorio había acumulado muchos documentos que requerían mi atención urgente. Por eso decidí trabajar al día siguiente, que era sábado. En mi país, los sábados están designados como días de descanso para casi todos los trabajadores gubernamentales.
Solo en mi oficina.
Ese sábado por la mañana sentí mucha paz y tranquilidad mientras me sentaba solo en mi oficina. No había ningún visitante alrededor. Todo el edificio de cuatro pisos estaba vacía, a excepción de algunos guardias de seguridad que mantenían en silencio todavía en sus posiciones ventajosas observar en la planta baja.
Dado que este edificio estaba lejos del distrito comercial central de esta ciudad, no se podía escuchar ningún ruido de tráfico ni personas que hablaban. Los únicos pequeños sonidos que pude escuchar fueron hechos por el viento suave y algunos pájaros cantores.
¡Repentinamente!
Mientras seguía disfrutando de esta paz, ¡algo sucedió de repente! Empecé a escuchar el canto de un coro de masas! La música sonaba como si viniera de miles y miles de cantantes en este coro. Curiosamente, sólo podía escuchar la música, pero no pude ver a las personas a cantar!
¡Este coro tenía tantos instrumentos musicales que sonaba como un conjunto de orquesta de un millón! Dejé todo lo que estaba haciendo para investigar el origen de esta música de adoración. Revisé todas las oficinas cercanas y los guardias de abajo y nunca escuché ningún canto.
El canto continuó.
Cuando regresé a mi oficina, ¡el canto comenzó de nuevo! Dejé la búsqueda y en su lugar comencé a disfrutar de esta maravilla celestial. Esta música duró unos diez minutos hasta que se desvaneció y el coro celestial se desvaneció. Nunca volví a escuchar ese coro.
Hasta ahora todavía me pregunto por qué Dios envió ese coro a mi oficina. Mi oración es que cuando llegue el momento de dejar este mundo, Dios me salve de ir al infierno y me permita ir al cielo, donde pueda escuchar el canto de este coro angelical nuevamente.
¡El coro angelical en mi oficina!