Querido lector, un cristiano puede darle muchas cosas buenas a nuestro Padre Celestial. Sin embargo, este artículo muestra que una mente santa es el mejor sacrificio que un cristiano puede ofrecer a Dios.
Dios habla más a tu mente.
Nunca pierdas el tiempo tratando de buscar la voz audible de Dios. En la mayoría de los casos, la voz de Dios llega a través de los pensamientos que tenemos en la mente.
Los pensamientos puros invitan a la presencia de Dios.
No necesitas luchar para traer la presencia de Dios nuestro Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo a tu vida. Tu punto de partida es eliminar los pensamientos pecaminosos de tu mente y reemplazarlos con pensamientos santos enfocados en el reino de Dios.
El problema con muchos cristianos hoy.
Hoy, Dios quiere usar a muchos cristianos para expandir su Reino en la tierra. El problema es que la mente de la mayoría de los cristianos está preocupada por pensamientos pecaminosos.
Por esta razón, Dios no puede hablarles a estos cristianos acerca de las asignaciones divinas.
Satanás está constantemente impurificando tu mente.
Como sabe que Dios es el que más necesita nuestra mente, el Diablo trabaja las veinticuatro horas del día para mantener la mente de muchos cristianos contaminada con cosas mundanas y pensamientos pecaminosos.
Los pensamientos puros son tu mejor sacrificio a Dios.
Incluso si traes mil millones de dólares al altar de la iglesia, esa ofrenda no puede ser tu mejor sacrificio a Dios. El mejor sacrificio que cualquier cristiano puede ofrecer a Dios es el sacrificio de una mente santa. Una mente que piensa en las cosas santas y buenas de Dios.
Consagra tu mente a Dios.
A partir de hoy, dedica tu mente a Dios. Esto significa que debes rechazar las ideas pecaminosas tan pronto como te vengan a la mente.
Cuando hagas esto, la voz de Dios en tu mente siempre será clara y Él comenzará a usarte poderosamente.
Escuche lo que Dios dice en Salmo 101:6:
Mis ojos estarán sobre los fieles de la tierra, para que moren conmigo;
El que anda en camino de integridad me servirá.
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